Nombre: Daniel Eduardo Vásquez Correa

Colegio: Institución Educativa Empresarial Dosquebradas

Grado: 11 B

Email: d13niel_94@hotmail.com / d13niel1994@gmail.com / clowncry@hotmail.com

 

Ganador primer puesto del 4° Concurso Nacional de Cuento RCN - Ministerio de Educación. El fallo se entrego el pasado 28 de enero en el marco del Hay Festival Cartagena de Indias 2011.

 

Ganador segundo lugar del primer Concurso regional ecológico “Manuela Fernández Agredo”, año 2011. 

 

Perteneciente a la red de escritores de la fundación “Una gotita de agua”.

 

Las breves palabras de la araña

Cuento ganador

Daniel Eduardo Vásquez Correa.

Dosquebradas- Rda-Colegio Empresarial.

 

Y tomó el veneno que se encontraba en el cajón de químicos peligrosos; estaba buscando el momento oportuno para atacar la más abominable bestia hecha por la naturaleza, el animal más asqueroso que podría existir. Eso pensaba en sus adentros, mientras fumigaba rápidamente la biblioteca de su casa. Al salir del cuarto, miró hacia la ventana, la cual dejaba pasar la suave luz del clima frío de la ciudad: un paisaje gris, totalmente carente de sentimiento, una masa gigantesca de ventanas y ladrillos, un mundo lleno de fieras cultas inmersas en las redes de una sociedad poco amigable.

Aquella ventana solo hacía ver que el mundo estaba perdiendo ese verde que hace respirar muy hondo, hasta los vericuetos del alma, dejando grabada en la memoria el placer de sentirse libre, bajo la sombra de un árbol, o en el rozar de las manos con el agua de un río. Eso ya se está perdiendo, pensaba Andrés mientras se encontraba inmóvil frente a la inmensidad de la urbe. De pronto, de una esquina de la ventana, apareció su enemiga, con un movimiento suave, continuo, ocho patas coordinadas. Un espécimen tranquilo, lleno de secreto en el negro de su color, pasaba por la telaraña que había tejido con cautela para atrapar su sustento. Inmediatamente preparó el arma que habría de dar la sentencia del destino del pobre animal, que, tranquilo, se acercaba hacia una mosca que había atrapado. Ya estaba preparado Andrés para cortar el hilo de una vida totalmente innecesaria para él, estaba tan cerca, disfrutando el poder atacar, cuando en el silencio del momento, se sintió una voz muy especial:

Atácame con un golpe rápido y certero, atácame sin dudar, pero no lo hagas con ese artículo de tortura, he visto morir demasiadas, y he visto lo que causas con ese aparato ¡digno de humanos!

Las palabras fueron claras y contundentes, el joven quedó perplejo ante la situación, su cara de terror lo decía todo. Inmediatamente su cuerpo dejó de responderle, estaba tan atemorizado que no podía correr, ni matarla, fue algo espantoso para él. Sus manos se tornaron frías, y una gota de sudor rodó desde su frente por toda su cara. Entre palabras débiles y cortadas solo pudo decir:

Pero…, pero… tú… eres una plaga.

¡Plaga! No utilices esa palabra, esa palabra le queda muy grande a tu especie. Ah, hablas de plagas, ¿Acaso ese gris horrendo que ves en la ventana no es una plaga? ¿Acaso el humo que consume tus pulmones no es una plaga? ¿Acaso tú, con tus cosas, no eres una plaga?

El joven, ante el reclamo, no pudo mencionar una sola palabra, y de nuevo todo fue silencio. La araña, como si nada, se siguió acercando hacia su comida; el muchacho se incorporó de nuevo y trato de comprender sin resultado lo que estaba pasando, pero… ¿Qué podría hacer una pequeña araña contra él? Lentamente soltó el atomizador con el veneno, dejándolo en el piso, tomó una butaca que se encontraba cerca, y se sentó frente a la ventana, viendo como la araña se alimentaba. Le producía asco ver un animal al que detestaba por su aspecto, pero se encontraba sumergido en la curiosidad, el miedo, y la incomprensión de lo que sucedía.

¿Solo eso? ¿Solo eso tienes por decir? Tanto miedo solo para…

¿Acaso podría yo decir más? De qué serviría que una araña protestara ante un mundo en el cual no puede competir. Podría alargarme juzgando tu universo, ¡y con justas razones! Ya he comido suficiente, sólo mátame rápido, igual, si no lo haces tú, lo hará otro.

Nuevamente un espacio de silencio, se podían escuchar el pitido de los carros, los sonidos del ambiente callejero. Andrés miró nuevamente hacia la gran ciudad que rodeaba su apartamento. Eran las 6 p.m., la luz se encontraba tenue en el ambiente y las luces aparecían como puntillas de colores brillantes clavadas en las paredes.

Pero este es el progreso, míralo, es la etapa de desarrollo- dijo con un poco más de calma el muchacho.

-Yo no encuentro desarrollo en tanta pompa. ¿De qué sirve el desarrollo si no se preservan las riquezas fundamentales del mundo? Al final, en el amanecer de la vida, se disipará la mentira en la que vives, y verás tu vida en función de nada. Mundo rápido, vida rápida; qué más le queda a un humano: vivir satisfaciendo necesidades superfluas, encerrados en un cristal del cual prefieren no salir. Mira tu progreso, mira en lo que has transformado la piel de tu madre, mira la costra que no deja sentir el Sol a la vida, mira tu bella desgracia, en la búsqueda del dinero se están matando. ¿Y qué queda de esperanza? ¿Qué brillo quedará en el cielo? Que la conciencia nos torture al conocer los daños que han provocado; ojalá el peso del dolor causado no caiga en sus espaldas, especies que matan especies. ¿Por qué no trabajar en conjunto por un ideal más sano? ¿Por qué no ver más allá de las paredes que te ciegan y reconocer el aliento de vida que se gesta en lo más simple, y a la vez más fascinante del universo? Pero ustedes no han podido pensar de esa manera, serán aplastados por el pie que sin remedio aniquila una araña. ¿Plaga? El mundo era un bello hogar, y tu telaraña consumió todo lo que había. ¿Por quién serás aplastado después?

El joven bajó su mirada lentamente, en su corazón sentía una sensación inefable; incomodidad es la palabra que describe el ambiente en el que se encontraba, mas sin embargo no encontraba las palabras para definir lo que le decía su corazón.

Qué grandes palabras, araña.

Grandes no, escucha lo que dice el río en su sonido, lo que te susurran los árboles cuando pasas cerca de ellos, escucha cómo te habla la tierra con su voz profunda, escucha el grito frenético de la naturaleza; y más que escucharlas, valóralas, porque son voces milenarias, místicas y proféticas.

Y la araña y Andrés miraron una vez más la ciudad, con un pensamiento en común; sin despedirse, la araña tomó su rumbo por entre las paredes. El joven se quedó sentado en la butaca, con el atomizador en el piso, mirando la ventana, mientras se sentía como una pequeñísima araña, en un mundo de gigantes.