La Habana, agosto de 2012.

 

La maravillosa historia del mundo contada por los niños

 

Yo solo soy una semilla, una pequeña muestra de lo mucho que podemos hacer cada uno de nosotros.  Esto solo es un poquito de lo mucho que puedo hacer por el planeta, porque no todo está perdido, siempre y cuando haya voluntad.

Alejandra Grisales

 

Estimado Carlos Alberto Botero López

Gobernador de Risaralda,

 

Arriba a su segunda edición el Concurso Regional Ecológico Manuela Fernández Agredo, y esta vez, como en la edición anterior, se presentan al lector dos libros que hacen parte de la antología compiladora de los cuentos y poemas galardonados. Como editora, me acerqué a la Fundación Cultural y Ecológica Una gotita de agua cuando, en el año pasado, sus integrantes hacían realidad el sueño de lanzar un concurso de cuentos y poemas escritos por niños. Con mucha satisfacción apoyé este hermoso proyecto, y el sueño se fue compartiendo luego con los jurados, amigos, familiares y padres de los niños escritores. 

Ahora se puede hablar de una comunidad ecológico-literaria, donde pasión y esfuerzo se han entregado para que los niños tengan un espacio de reflexión y desarrollen sus cualidades literarias, pues siempre es importante alimentar la fantasía del niño desde el amor a la naturaleza. 

Mis primeros pensamientos sobre Colombia son el aroma del café, los hermosos paisajes y los cuentos y novelas de García Márquez. De este último, en tanto sensibilidad para dotar de un sentido mágico cualquier cruda realidad, encontré mucho en los trabajos de estos niños. Leyendo en la soledad de mi cuarto, y con las fuertes lluvias de una tormenta pasajera, pensaba en su universo, en sus vidas, en el amor que profesan a Dios, a sus familias, a su país. Muchas veces la vida pone frente a ti las imágenes precisas, y de pronto vemos algo que nos había sido ocultado por mucho tiempo. Una de estas verdades, aunque para muchos es verdad mil veces repetida y sin sentido, es la necesidad de proteger lo que queda de nuestro entorno. Y estos niños saben

hacer visible esta verdad. Muy conscientes de la importancia de cuidar el medio ambiente, no solo se preocupan y fabulan alrededor de este tema, sino que van un poco más allá, demostrando que el cuidado comienza con la educación de las personas, el rescate de los valores, la historia de los pueblos, instrucción cultural que toda nación precisa.

Los niños valoran mucho la importancia del trabajo y el estudio para la formación del ser humano, su crecimiento espiritual. También la familia se defiende como centro de formación principal, la semilla donde esos niños reciben amor, consejos, donde descubren patrones de comportamiento.  Es gratificante leer cómo hacen proyectos de mejoras para sus regiones, con qué ternura describen sus casas y alrededores, la tierra que los vio nacer, con qué sentido de pertenencia defienden sus recursos, sus costumbres autóctonas y su gente. Desde una escritura pura e ingenua, desenfadada y muy cierta, como son los niños, está presente su deseo de transmitir una enseñanza a las próximas generaciones. 

En estos libros el lector descubrirá un sinnúmero de historias maravillosas, donde uno de los puntos más interesantes será la visión del niño, el mundo visto por esos ojitos que comienzan a descubrir la belleza, y también la crueldad; un mundo que aún están comprendiendo y llenando de sentido. Muchas veces parece que estuvieran reunidos en círculo, haciendo historias para todos, permitiendo que las raíces y lo más puro de sus tradiciones sigan vigentes. 

Por apoyar el crecimiento espiritual de esta región colombiana, por dar la palabra a los niños para que expresen libremente su sentir, sus esperanzas, y el inmenso amor que hacia su país tienen, le agradezco en nombre de ellos y sus familias.  

 

Un saludo afectuoso,

Grethel Delgado

 

P.S.: A todos los niños que escribieron para este concurso, les tengo un mensaje: nunca pierdan la fuerza de la imaginación y la esperanza; son armas poderosas que nadie puede arrebatarnos, propiedad íntima que alivia el alma cuando no hay más de qué asirse.